Mi gusto artístico siempre se decantó más por la arquitectura románica que por la pomposa y elegante gótica debido quizá a lo que representó ese salto hacia la civilización y la belleza de un pueblo europeo sometido a miserias, guerras y a una ignorancia generalizada que roían las entrañas de todos los países hasta el año 1000. Es a partir de entonces cuando un soplo de civilización llegó en forma de un arte constructivo: el Románico.
Todos sabemos que el arte hay que verlo in situ para poder tocar sus piedras y respirar ese halo que rodea todo monumento, sea una iglesita en mitad del monte o una soberbia catedral metropolitana.
Hace años llevé a la práctica esta sensación: tocar para ver. Viajé por Cataluña para ver iglesias rurales románicas en los valles de Boí y Arán. Recuerdo que cuando palpé un sillar de San Clemente de Tahull sentí como una extraña vibración que subía desde las yemas de mis dedos hasta el cerebelo y que me hizo ver con claridad de 3D el tesón de esa gente que mandaron construir, y construyeron, tan armónico edificio en tan remoto lugar.
Por tierras de Castilla y León me impresionó la bellísima iglesia de Frómista y las lagrimas del alma se me saltaron cuando penetré en San Isidoro de León y bajé a la cripta para ver esas maravillosas pinturas románicas espléndidamente conservadas.
Pero la perfección del arte románico llenó todo mi ser cuando visité la catedral de Santiago de Compostela, me hizo meditar que los hombres cuando se esfuerzan pueden sacar el dios que llevan dentro.
Recomendamos consultar la excelente web sobre Arte Románico en general: http://www.romanicoaragones.com/
Y ver en RTVE A la Carta los episodios "Las Claves del Románico"
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