Hace un año escribí un artículo en este mismo Blog acerca de una mujer que me fascinó: una jornalera andaluza que supo venderse bien al extremo de llegar a ser una vizcondesa millonaria.
"Aquella fornida jornalera andaluza de cuerpo hermoso, redondeados brazos, mullidos muslos y marcadas caderas se cansó de su miserable vida de ganapán. Con esfuerzos ahorró lo suficiente para comprar un billete de tren que la llevaría de su pueblo cordobés a Madrid.
Carmela, conocida como Carmelilla por sus familiares y paisanos, trabajó de sirvienta en la casa de unos burgueses comerciantes. Ganaba poco dinero, esa no era su meta. A través de otra sirvienta se enteró de unos saraos que a veces organizaban unos señoritos donde la bebida, la comida y el sexo abundaban.
En un palacete de Recoletos asistió en repetidas ocasiones a estas juergas ganando un dinero extra que la alivió de penurias. Una noche conoció a un señoritingo, relamido y de aspecto muy distinguido, que se encaprichó de ella. No la dejaba sola, la prefirió a las otras chicas. El hombrecillo distinguido quedó prendado del hermoso y blanco cuerpo de Carmelilla y de sus habilidades íntimas.
Resultó que el susodicho caballerete crápula era el duque de Galliera don Antonio de Orleans y Borbón, casado con la infanta doña Eulalia, hija menor del rey don Alfonso XII.
Con el tiempo Carmelilla, ahora Carmen, fue la querida del duque. Probó el arte de vivir a lo grande y le encantó: para eso había dejado su miserable existencia en el pueblo.
El infante don Antonio la prodigaba de costosos regalos como la entrega de un lujoso palacete en París. Doña Carmen, como se hacía llamar, se trasladó a una casa recién construida para ella por el duque en Sanlúcar de Barrameda, en la plaza de Cabildo, donde el aristócrata tenía su residencia palaciega.
La sociedad bien de aquella ciudad tan elitista se escandalizó cuando comprobaron que el infante pasaba más tiempo en la casa de su querida que en palacio. El escándalo aumentó entre las damas sanluqueñas cuando se enteraron que el infante le había regalado a Carmen, conocida ahora con el apodo de la Infantona, su magnífica finca de recreo de El Botánico y los viñedos de El Maestre así como valiosos muebles, obras de arte, joyas, títulos de valores y dinero en metálico que ella depositaba en bancos extranjeros.
La Infantona vivía bien pero también quiso asegurarse una lujosa morada para la otra vida haciendo gastar una fortuna a don Antonio en la construcción de un imponente mausoleo erigido nada menos que por el célebre Benlliure en su pueblo natal cordobés.
Y para rizar el rizo consiguió, tras grandes gastos del duque, un título nobiliario para poder ser mencionada como doña Carmen Giménez-Flores Brito y Mill Segunda Vizcondesa de Termens.
La relación de estos amantes duró 20 años hasta que la infanta doña Eulalia y sus hijos mayores pudieron inhabilitar al duque dejándolo casi en la ruina para refugiarse en París en un piso asistido únicamente por su fiel criado Luis. Allí murió casi en la miseria en el año 1930.
La vizcondesa doña Carmen, dedicada a realizar obras de caridad entre los pobres, murió en su pueblo en el año 1938."
No hay comentarios:
Publicar un comentario