lunes, 28 de abril de 2014

Aurea mediocritas

Algunos filósofos dicen que el adiestramiento (y no educación) que recibimos durante nuestra vida es una falacia.
Si antes se educaba a los niños, incluso a los adolescentes, apoyándose en el castigo físico hoy día se le deforma la mente a través de la persuasión y del engaño.
El enorme esfuerzo y gasto de energía que se necesita para educar a una persona para estar preparada para vivir en nuestra sociedad es francamente aterrador hasta llegar el caso que la mayoría de los jóvenes abandonan dicha preparación para, a la larga, abonar las filas del lumpenproletariado o de los mal llamados ni-nis, esos inútiles sociales frutos de esta sociedad altamente competitiva. 

El concepto de estudiar y trabajar para ser "algo" en la vida parece que ya no tiene valor en nuestros tiempos ¿Para qué?
Para poder casarse y formar un hogar, hipotecarse hasta las cejas para pagar el piso y si se es muy tonto, además, hipotecarse de nuevo en una segunda residencia  además de mantener a una esposa inane y a dos o tres hijos calamitosamente educados. Una tontura integral cuando la opción B parece ser la más cómoda: folgar con la novia/pareja/barragana/ de turno, vivir económicamente a costa de los padres hasta que estos mueran de viejos, no tener hijos para evitar problemas y ¿trabajar? que trabajen ellos que son los que inventaron esa tortura.

Pero no, todavía nos inculcan que seremos más felices viviendo en esa mediocridad dorada que nos ha preparado el Poder para esclavizarnos, para controlarnos y para explotarnos. Una Aurea Mediocritas que más vale que se la traguen ellos  y dejen al pueblo feliz en sus miserias y en sus anhelos.   

La Casa

Paquito Rebujón era el hijo menor de una prole de siete hermanos y hermanas descendientes de los guardeses de la finca de recreo de la adinerada familia de los Recosta.
Cuando Paquito tenía seis años de edad iba descalzo y con unos pantalones remendados en busca de su amigo Rafael, el hijo menor de los señores. Rafael miraba con el mismo aprecio al niño pobre que a su perrito Lazy, le gustaba jugar con ellos. 

Un día doña Adela, la esposa de don Amador de Recosta dio una sorpresa a la paupérrima familia de los guardeses. Se llevaría al niño Rafael a la capital para formarlo, para que estudiara y fuera un hombre de bien, de provecho se decía antes.
Rafael fue tratado de igual a igual por la familia. Era inteligente y astuto: sabía que en su casa se comía mal, se pasaba frío en los inviernos y se aburría con sus miserias. Viviendo con los Recosta las fuentes de comida rebosaban sobre los blancos manteles, la calefacción central estaba hasta en los pasillos y nunca se aburría. Después de horas de estudio, se iba a con su amigo Rafael a montar a caballo a la hípica  donde miraba de reojo a las guapas amazonas de su edad, 18 años, que galopaba en sus monturas por las pistas del complejo.

El doctor don Francisco Rebujón era el especialista más reputado de la ciudad, ganaba mucho dinero, era el médico de moda. Se hizo rico, muy rico y con el tiempo pudo comprar la finca de recreo a los herederos de los Recosta, a su amigo Rafael, que por cierto no sabía que hacer con aquel enorme caserón en mitad del campo y junto a un pueblo de jornaleros revoltosos.

Tres años duró la construcción de la enorme mansión, decorada con  una elegancia algo exagerada que además de la consabida pista de tenis y poseer una piscina gigantesca contaba con pistas de paddle y squasch y con un mini circuito de carts, al que sus nietos eran tan aficionados.
El doctor don Francisco con sus 63 años esperaba vivir en su paraíso particular, ganado a pulso con su trabajo y cómo no,  como recompensa a su docilidad social. Con el paso del tiempo  los hijos y los nietos dejaron de ir a la finca; su esposa y él asistido por dos criadas, un jardinero y una cocinera no llenaban el vacío de los gritos de los chicos ni la compañía de los hijos y de las nueras. Estaban solos, muy solos entre un lujo bien merecido pero mal disfrutado.

Cuando la viuda del doctor se sentaba en la biblioteca a leer viejas novelas caía en una depresión vital ¿Qué pintaba ella viviendo en aquella fantasía de casa?
 Mal vendió la finca de recreo y se refugió en el piso de soltera que tenía en el barrio más elegante de la ciudad. Recomenzó una relación entre sus amigas, la mayoría de ellas también viudas y una corriente de tranquilidad la invadió cuando consiguió encontrar un significado a su nueva condición. Tenía 65 años de edad y no estaba mal físicamente, podía buscar otra etapa otoñal de su vida.

Paquito Rebujón, el famoso doctor don Francisco R. de los Recosta (le gustaba apellidarse como su familia de acogida en vez de su segundo apellido, plebeyo a rabiar: López). Desde su tumba se dio cuenta de la futilidad de la vida: tanto luchar, tanto desear para cuando llegó a su meta la mal saboreó por falta de tiempo y quizá, también, por aquella maldición anglosajona, que él no sabía. Esta era que cuando una persona  es mayor y se hace un nuevo hogar para habitarlo, lo normal es morirse  después de vivir en él por cinco años. La Casa, su casa fue la perdición.  

CINE CLASICO

Delitos y faltas (1989)
Director: Woody Allen

La vida de muchos personajes importantes de nuestra sociedad, de todas las sociedades, puede estar cimentada en crímenes ocultos y en faltas graves que nunca se descubrieron.
En un crítica del "The Times" se dice: "Delitos y faltas (Crimes and Misdemeanors) narra dos historia paralelas pero que se centra sobre la inmoralidad en la que vive el hombre actual. Pequeños engaños, secretos inconfesables que de pronto crecen y de ser faltas leves pasan a convertirse en delitos; las injusticias del día a día, el amor no correspondido, la irracionalidad de la existencia, el temor a Dios, etc".

Como cinéfilo, soy un seguidor del cine de Woody Allen, también de Ingmar Bergman, de Luis Buñuel o de Lars von Trier y de otros. Reconozco que sintonizo más con el arte de W. Allen porque él es inteligente en demasía,  es un gran observador de las estulticias que cometemos cada día y sobre todo porque es  hipercrítico con nuestra sociedad;  desentraña todas las estupideces del ser humano. Las que hacemos de buena fe o con intenciones diabólicas.

El argumento de la película es sencillo. Un famoso oftalmólogo, casado y con hijos adultos, se lía con una azafata que era una histérica y una esquizóide. La relación entre ambos se enfría y el médico se harta de ella y decide romper. La amante le amenaza con presentarse en su casa para contarle a su feliz esposa la clase de marido que tiene. Al doctor le entra el pánico y cree que la única forma de librarse de sus ex-amante es eliminarla. Contrata a un matón, la liquida y el generoso médico sigue con sus donaciones a la gente pobre, con su elogiado altruismo y vive en gloria y en paz hasta el resto de sus días.

Moraleja.- Por desgracia la solución final, la eliminación del "problema" se da más de lo habitual en nuestra sociedad. El castigo nunca se reparte por igual. Por lo general, triunfan los prepotentes y los canallas. 

Bagaudas, pícaros y robaperas.

Comprender España, más bien a los españoles es harto difícil. Intenté estudiar el comportamiento de nuestros compatriotas estudiando hasta nuestros tiempos la Historia a partir del año 1868 donde causas sociales, políticas y económicas propiciaron la revolución de 1868 con la culminación de la Gloriosa.

 Entonces, entre tantos dimes y diretes pululó una caterva de sinvergüenzas a todos los niveles, desde la más linajuda aristocracia, pasando por los ricos comerciantes e industriales hasta llegar a las capas más bajas de la población. De pronto abundaron los caraduras, los chupacharcos, los mendigos, los ladronzuelos, los peleles, los arrascabarrigas, los sujeta paredes, los bagaudas, los pícaros, los robaperas y un sin fin de sinvergüenzas de toda calaña.

Estamo en el siglo XXI, el siglo más inmoral y nefasto de nuestra Historia ¿Qué pasó desde al año 2000 hasta la fecha? ¿Dónde están esos supuestos valores éticos y morales que una civilización avanzada derrama sobre sus ciudadanos?

¿Por qué seguimos los españoles divididos en dos bandos como en la Gloriosa: los conservadores y los liberales, los de derechas y los de izquierdas, los sinvergüenzas a ultranza y los nobles de corazón, los nacionalistas integrales y los separatistas taifaeños?

¿Por qué los bagaudas (aquellos bandidos medievales que asolaban los caminos y las aldeas) siguen todavía entre nosotros, ya no armados de espadas ni de hachas sino de decretos y leyes favorables a ellos que son unos abusadores de palabras fáciles, mentirosas y amañadas para engañar al pueblo?

¿Por qué los pícaros, vagos y maleantes abundan tanto en nuestra sociedad? ¿Por qué incluso los extranjeros se atreven a delinquir en nuestra patria sin temer a nadie? ¿Por qué piden ayuda económicas gentes, empresas y propietarios que no las necesitan?

Abundan tanto los pícaros del trinque, de las subvenciones y de las ayudas de las instituciones oficiales que va siendo difícil separar la paja del grano. 
Bagaudas y pícaros minan el desarrollo moral y económico de nuestro país forjando una imagen negativa, corrupta y tercermundista de España. Necesitamos vacunas de moral, de ética y sobre todo, de ganas de trabajar.