jueves, 29 de mayo de 2014

CINE

Ocho apellidos vascos (2014)

Director: Emilio Martínez-Lázaro

Hacía tiempo que no veía una película comercial light, española, en una sala de cine. En Sevilla pude ver esta comedia que me hizo reír con ganas con algunas de sus escenas. 

Imaginen a un sevillano de Triana, de esos cerradetes que no ven más allá de su barrio y que en busca de su supuesta novia tiene que desplazarse al País Vasco para decirle que la amaba. Pero allí, por diferentes motivos, tiene que disimular que es andaluz y  debe adquirir  un acento vasco ya que el padre de la novia,  interpretado por Karra Elejalde, odia a los sevillanos desde que su esposa se fugó con un andaluz.
Aparecen, muy divertido, los tópicos de los habitantes de ambas regiones. El sevillano es vago, juerguista y sesteador mientras que la chica vasca, su novio imagina, es rara, está secuestrada en su país por la política y puede tener algún familiar en la ETA.

Esta película no es ninguna cosa especial, pero sí es tremendamente divertida. Tampoco es mediocre como algunos críticos dicen, es sencillamente un film entretenido, con una buena fotografía y una música más que aceptable. 
Como se dijo antes, la mejor interpretación es la de K. Elejalde y muy flojita la de la actriz Clara Lago, a pesar de sus preciosos ojos.

El final cutre de la película es el esperado. ¿Qué se esperaba un final apoteósico? Esa entrada de la vasquita a bordo de un coche de caballos al son de la canción cantada por los del Río "Sevilla tiene un color especial" es un punto a favor, más que en contra, del director Emilio Martínez-Lázaro.  


VIAJAR

Por los extremos de las provincias de Granada y Jaén. Año 1988.

Así titulé unas hojas mecanografiadas de la experiencia de este viaje que también subtitulé: Un viaje en moto enduro de 620 km. desde Granada hasta Chilluévar (Jaén) cruzando por las sierras de Jureña, la Sierra de Segura, la de Cazorla, la de las Villas y por  Sierra Mágina, al regreso del periplo.

"Mi corazón latía a tope cuando aquel día de abril del año 1988 me puse el casco, me ajusté los gruesos guantes de cuero, bajé la visera y arranqué el nervioso motor de dos tiempos de mi motocicleta Karmathan. Hacía frío a las 7 de la mañana, pero la circulación por el centro de la ciudad era fluida. Subí por la carretera de Murcia con dirección a El Fargue. Pasé por Huétor Santillán y por el Puerto de la Mora con un frío intenso. La visera del casco integral se empañaba a pesar de estar impregnada de una sustancia antivaho. Cuando bajé la cuesta, por el llano de Diezma, iba congelado. Paré en un bar de carretera para tomar un café caliente y una copa de anís. La copa bien pero el café estaba aguado y frío. Un asco. Diezma es un pueblo feo y desabrido, lo único interesante es el nombre de una ermita: Santos Crisanto y Darío. 

Como las catorce páginas del cuaderno de paso que escribí no caben en este artículo señalaré que en Purullena, donde la tercera parte de su población viven en cuevas, se encuentra la ermita de San Torcuato que dicen que está en el lugar donde fue martirizado por llevar el cristianismo a Acci (Guadix).
Galera me trajo funestos recuerdos porque aquí don Juan de Austria, durante las guerras civiles del reino de Granada, en 1570, mandó degollar a toda  la gente morisca que los cristianos encontraran dentro de sus muralla, a partir de los 12 años de edad.

Desde Galera hay una carreterilla infernal a Huéscar, un pueblo que está a 155 km. de la capital y que fue cabeza de señorío del Duque de Alba. La iglesia parroquial es preciosa, es Monumento Nacional. 

Llené el depósito de mi moto (18 litros) para continuar con mi viaje hasta Santiago de la Espada (Jaén). Tuve que cruzar por parte de la sierra de Guillimona, pasando por el ruinoso gran cortijo de las Vidrieras y circular sobre el puente del río Zumeta, frontera natural entre el reino nazarí y el cristiano de Jaén; una raya defendida por los belicosos caballeros de Santiago.

En Hornos paré para descansar y comer al mediodía. Comí poco porque cuando piloto mi moto se me quita el hambre, sólo deseo continuar y sentir entre mis piernas las vibraciones de su vigoroso motor.

Desde Hornos bajé al pantano del Tranco para subir la cuesta de los Agustines,  una pronunciada cuesta llenas de agujeros y baches y... de piñas de pinos "esturreadas" sobre el macadam, muy peligrosa si las pisaba. Llegué  al pantano del Aguacebas y desde allí a Chilluévar, por el Coto de San Antón.
A mi regreso cogí por la carretera de Jódar, Sierra Mágina, hacia Granada.

miércoles, 28 de mayo de 2014

LIBROS

La Rebelión de las Masas

Si hay libros intemporales, que no alteran su contenido con el paso del tiempo, uno de ellos es el que escribió José Ortega y Gasset en el año 1930 con el sugerente y quizá equivocado título de "La Rebelión de las Masas".
Han pasado 84 años desde que Ortega y Gasset  expuso, en varios capítulos, su teoría de las minorías y de las masas, haciendo hincapié de que el hombre-masa era el hombre medio, influenciado, sujeto o liberado de otras gentes y organizaciones.

"Ser de izquierdas o de derechas es una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de una hemiplejía moral. 

Toda la vida es una lucha, es un esfuerzo por sí misma. Las dificultades en que tropezamos para realizar nuestros objetivos son precisamente lo que despierta y moviliza nuestras actividades y nuestras capacidades.

La imaginación es el poder liberador que el hombre tiene. Lo confuso e intricado es una realidad vital concretas, que es siempre única.

Yo llamo masa (escribe Ortega y Gasset) no a las masas obreras sino al hombre medio. No se trata pues de una clase social sino de funciones. Todos los hombres, en principio, pertenece a la masa y solo puede salir de ella cuando desarrolla una función especial o posee una cualificación determinada que lo que hace destacar en algo.

Por desgracia, el hombre-masa es un hombre hecho de prisa, montado sobre unas pobres abstracciones que lo hace idéntico de una parte a otra de Europa. Este tipo de hombre es el hombre previamente vaciado de su propia identidad, de su propia historia y no posee conciencia del pasado.

Es difícil salvar o mantener una civilización cuando se está bajo el poder de los demagogos que siempre fueron los grandes estranguladores de las civilizaciones. La griega y la romana sucumbieron a las masas de esta fauna repugnante.

Una persona-masa es aquel individuo que no se valora a sí mismo sino que piensa, siente y comprende como "todo" el mundo."