sábado, 27 de julio de 2013

Clichés familiares (Cuando algunos hijos e hijas salen ranas)

Dos microrrelatos para un verano más.

Se fue una hija y volvieron tres bocas más.
Marta era hija de unos prósperos tenderos del pueblo que convenció a sus padres para que le costeara una carrera de esas inútiles que tanto abundan en nuestras universidades.
Mi hija es muy estudiosa -comentaba su madre a las clientas de la tienda-  no vino en estas vacaciones pasadas porque nos dijo que tenía que preparar el trimestre próximo.
Un día apareció Marta sin avisar con un bebé en los brazos y un jovenzuelo con cara de estúpido a su vera, el padre.
Después del estupor familiar y de las explicaciones sin sentido de la hija no tuvieron más remedio que aceptar y soportar a la nueva comparsa familiar en el hogar. 
¡Qué vamos hacer! -se quejó la madre al marido. Se fue una boca y aparecieron tres. Espero que la tienda pueda alimentar a todos nosotros.


El hijo del notario.
Luis, el hijo más pequeño del notario don Zacarías, consiguió ser el segundo de su promoción en la carrera de derecho. Hablaba dos idiomas, tocaba el piano y tenía una vasta cultura pese a su edad. 
El verano siguiente a su licenciatura marchó a Londres para perfeccionar su inglés, ya que en el próximo otoño comenzaría a prepararse para la oposición a notaría.
Luis se enamoró allí de una chica pakistana que asistía a la misma academia que él. Era feílla, renegrida y más pobre que una rata pero encandiló y enamoró al licenciado ya que este nunca antes había tratado a ninguna mujer.

 La boda se celebró en un destartalado salón del East End (la zona más deprimida de Londres). Cuando la madre y el hermano mayor de Luis se bajaron del taxis y entraron en la sala se pasmaron al ver un grupo de mujeres vestidas con saris en un extremo de la nave y en el otro extremo un grupo de hombres aturbantados hablando en hindi.
 El padre de Luis no quiso asistir a la boda porque decía que ya estaba bien de soportar esa  extravagancia de su hijo, que el muy estúpido prefirió quedarse en la City trabajando como dependiente en un bazar familiar de la novia antes que prepararse para ser un señor notario. 


viernes, 26 de julio de 2013

Cuando las religiones desunen a los ciudadanos

Todas las religiones son, en el fondo, unas normas de conductas morales y éticas que, por lo general, si no se toman muy al pie de la letra, pueden ayudar a la convivencia entre los seres humanos.
Lo peor de cualquier religión es cuando surgen interpretaciones particularistas surgidas por cerebros recalentados e ignaros que tergiversan las doctrinas de dichas religiones para entresacar absurdas ideas fundamentalistas.
En la pasada Orange Order Parade de Belfast se liaron a mamporrazos protestantes, policías y católicos por el mero hecho de ser de diferentes religiones. Esto sucedió en un país tan desarrollado como Inglaterra, más bien en una colonia inglesa enclavada vergonzosamente en Irlanda del Norte.
Los pakistaníes (musulmanes) y los hindúes nunca se llevaran bien por mor a tener diferentes religiones así como los palestinos y los judíos, los chechenos y los rusos, etc.

Todas las religiones practicadas en nuestra Europa que no tienen sus raíces en la tradición cristiana occidental chocan, antes o después, frontalmente con un europeísmo que se ve frenado por la avalancha de culturas y religiones exógenas.   

Si el comunismo fue en la época de la guerra fría un terrible monstruo a temer la deseuropaciación que sufre el continente más desarrollado y culto del mundo es progresiva debido a la oxidación de la moral de sus habitantes y por la dejadez y mediocridad de sus gobernantes que evitan enfrentarse a una realidad evidente.