domingo, 27 de noviembre de 2011

Un café con...

Sin yo saberlo tuve el privilegio de charlar y tomar un café con el famoso y gran pintor Antonio López.
A mediados de los años 60 trabajaba yo como delineante en Entrecanales en una oficina que tenía en Diego de León, Madrid. Uno de mis compañeros de trabajo era de Tomelloso y sobrino del pintor, que en aquella época creo que trabajaba como profesor de dibujo no sé donde.
Una tarde su sobrino tuvo que ver a su tío y me llevó con él a una cafetería que había cruzando la calle. Me lo presentó y recuerdo que nos dijo que nosostros, los delineantes,  también éramos artistas ya que trazar un plano a lápiz y después a tinta china con esas dificultosas plumas alemanas (todavía no existían ni los Rotring!) era todo un arte. ¿Quién iba a decirme que el ahora superfamoso y cotizado artista Antonio López tomó un cafelillo conmigo?

En mi otra profesión como librero conocí a gente muy interesante. Comí con Antonina Rodrigo y con Pons Prades en la Alpujarra, pero el recuerdo más genial fue aquella tarde que invité al popular Vizcaíno Casas a tomar un café en el Hotel Carmen en un descanso de las firmas de uno de sus vendibles libros. Le dije que, como escritor aficionado, estaba preparando una novela que publicaría próximamente (fue publicada diez años después) y muy serio me dijo: "Sr. Valenzuela, no me fío de usted. Puede que incluso venda más libros que yo".

Otra vez trabajando en Valladolid mi empresa invitó a Francisco Umbral para que firmara libros en un stand que montamos en la Plaza Mayor en la Fiesta del Libro. Hacía bastante fresco y le dije a Paco Umbral que le invitaba a un café hirviendo en una cafetería. "Es la mejor proposición que me han hecho hoy"- me contestó.
A la hora de pagar eché mano a la cartera y caí en la cuenta que la había dejado en la taquilla de mi empresa. Tuvo que pagar los cafés el escritor.
A la salida del local, me dió un golpecito en el hombro y me dijo, con esa malafollá simpática que le caracterizaba: "Sr. Valenzuela, gracias por la invitación".

Otro encuentro con un personaje popular, ésta vez de cine, fue en la Feria de Arte de Barcelona. Subí a la cafetería improvisada que habían montado para fumar un cigarrillo y tomar un café. En la barra había un corrillo de colegas alrededor de un personaje: Anthony Queen que acompañaba a su hijo, escultor, en este evento. Un galerista sevillano me llamó y me presentó al actor: "Mr. Queen aquí hay otro galerista andaluz". Le estreché la mano y me preguntó que de donde era y me dijo que no conocía esa bonita ciudad.
Después tuvo la gentileza de bajar y visitar mi stand. Los periodistas y los admiradores/as no lo dejaban tranquilo. Yo tan ufano cuando me estrechó de nuevo la mano al mismo tiempo que me cogía del brazo para desearme suerte con las ventas. 

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