miércoles, 25 de septiembre de 2013

El síndrome de Viridiana

La novela de Benito Pérez Galdós "Halma" inspiró la película Viridiana al gran director de cine Luis Buñuel. En la película se cuenta la bondad de una señora que recogió a mendigos, indigentes y vagabundos y los llevó a su casa de campo para ser educados en la religión católica, en el amor fraternal y en la solidaridad.
Cuando Viridiana, la señora,  marchó a la ciudad por un par de días estos recogidos y recogidas montaron una orgía y donde, entre otras cosas, se mofaron de la bondad de la "beata" Viridiana. Representaron la sagrada cena en un acto de barbarie antirreligiosa e incluso cuando vuelvió esta dama y vió el desorden y el caos, el indigente más feo y repulsivo intentó violarla. 
Moraleja: No metas en tu pecho culebras que aparentan necesitar calor porque cuando despierten...

El síndrome de Viridiana se ha dado en la vida real en diferentes casos. Personas buenas que han intentado ayudar a degenerados o degeneradas y estos las han robado e incluso las han asesinado.
El caso que me contaron me sublevó al máximo. Doña Lola, una médica jubilada de 85 años tenía a su servicio a una criada que iba a casa tres veces por semana, para limpiar la casa, poner la lavadora y la secadora y plancharle la ropa.
La sirvienta, Rafi, era una inmigrante ilegal de allende los mares que consiguió a sus 52 años los papeles para quedarse a trabajar en España gracias al buen hacer de doña Lola. Con el tiempo llegaron a ser casi como hermanas ya que la médica jubilada la trataba con cariño y respeto dada su educación humanista católica y su conciencia para ayudar al necesitado. También le avaló un crédito para que Rafi comprara un piso y poder traer a su familia: una hija soltera con dos niños.
Un día Lola descubrió que las joyas que ella guardaba en la caja de taracea habían desaparecido. Habló con Rafi y esta negó que ella no sabía nada. En la casa de la doctora no entraba nadie, luego era evidente que ella era la ladrona.
El abogado de Lola le dijo que demostrar que su criada la había robado era dificultoso y que de todas maneras, si la pillaban en el hurto pasaría solo unos meses en la cárcel. 
Doña Lola pensó en las consecuencias para Rafi, su hija soltera, sin trabajo, y sus dos nietos. Prefirió prescindir de su servicio antes que denunciarla y muy doloridamente la echó a la calle.
Rafi dejó de pagar la hipoteca y se declaró insolvente. Actualmente Lola  está pagando la hipoteca del piso a la ladrona que le dio su confianza y su cariño.
Así es la vida. A veces es mejor desconfiar de esas personas "agradables y serviciales" y aferrarse al dicho de "Cada mochuelo a su olivo". 

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