jueves, 26 de diciembre de 2013

LA INFANTONA

Una mujer que triunfó en la vida usando su seso más que su sexo.

Aquella fornida jornalera andaluza de cuerpo hermoso con redondeados brazos, poderosos muslos y prominentes caderas se cansó de su miserable vida arrancando garbanzos, segando el trigo en  las enormes fincas de los señoritos y viviendo en el chozo familiar rodeada de miserias y escaseces y sin meditar demasiado decidió que su suerte tenía que cambiar. Ahorró lo suficiente para pagarse un viaje en tren a Madrid donde trabajaría de sirvienta; los tiempos cambiaban en aquellos tiempos, finales del siglo XIX y ella tenían que ir a la par con las circunstancias.

Carmela o Carmelilla como era llamada la jornalera trabajó de sirvienta en la casa de una rancia familia madrileña pero ganaba menos aún que en el campo. Ella quería más. Una amiga, criada en otra casa burguesa, le habló sobre unos juergas que de vez en cuando montaban unos señoritos donde se bebía, se cantaba y se retozaba. Carmela fue a una, a dos y a varias fiestas hasta que encontró a un crápula de buenos modales que quedó prendado de sus especiales habilidades (?).
Ese caballero juerguista resultó ser el duque de Galliera que se encaprichó en cuerpo y alma de ella. Nadie supo como fue encandilado don Antonio de Orleans y Borbón, casado con la infanta doña Eulalia,  hija del rey Alfonso XII.

A Carmela, ahora se hacía llamar Carmen, le encantaba el lujo y el vivir a lo grande: el infante don Antonio duque de Galliera la prodigaba de regalos fastuosos hasta donarle un lujoso palacete en París.

Como el infante residía en Sanlúcar de Barrameda allí se llevó a su querida construyéndola un palacete en la Plaza del Cabildo. Carmen quiso codearse con la aristocracia sanluqueña pero ésta no la aceptó y la llamaban despectivamente la Infantona.

Por otra parte, doña Eulalia, la esposa de don Antonio era incapaz de quitar de la cabeza a su marido su relación con Carmen y evitar así que parte del patrimonio familiar pasara a manos de la Infantona. 

Por su parte Carmen consiguió de su amante las propiedades de las hermosas fincas de El Botánico y El Maestre así como valiosos muebles y tapices y lo peor de todo de las joyas, dinero y valores bancarios que ella, bien asesorada, depositaba en bancos extranjeros. La Infantona también consiguió que el propio Benlliure le erigiera un mausoleo en una iglesia de su pueblo natal y ya en la cima consiguió que el duque se gastara una fortuna para conseguirle  un título nobiliario, el de la II Vizcondesa de Termens.

La relación de amantes duró 20 años hasta que la infanta doña Eulalia y sus hijos mayores pudieron inhabilitar a don Antonio que se refugió en París con un criado viejo y una modesta pensión. Murió casi en la miseria en aquella ciudad en 1930.
La Infantona se trasladó a vivir a una lujosa casa de su pueblo, Cabra de Córdoba, donde vivió como una verdadera señorona, haciendo obras de caridad y creando una fundación con su vizcondado.

Carmelilla Giménez, jornalera andaluza años antes, era doña Carmen Giménez-Flores Brito y Mill II Vizcondesa de Termens.
Murió en su pueblo en el año 1938. 

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