martes, 24 de diciembre de 2013

La mujer del pescadero

Luisa se casó con Paco por amor y también porque  ambos eran del mismo pueblo. Eran elementales, muy básicos y solo querían existir.  Con el tiempo sus caminos se bifurcaron poco a poco: Luisa se sumergió en un mundo de belleza espiritual, en esa fantasía tan necesaria para soportar la rahez de una vida materialista y rutinaria mientras que Paco se obstinaba en ganar dinero y más dinero con su pescadería, que por cierto era la mejor del mercado de abastos. 

"Yo no se lo que busco eternamente
en la tierra, en el aire y en el cielo; 
yo no se lo que busco, pero es algo
que perdí no se cuando y que no encuentro"

Así pensaba Luisa mientras que su marido le explicaba el plan que tenía para abrir una sucursal de su pescadería junto al ayuntamiento, su mente divagaba mientras sonreía estúpidamente a Paco, sus pensamientos flotaba entre una nebulosa intentando encontrar una belleza espiritual que tanto necesitaba.

"Poniéndola en esperanza
de aquello que esperaba; 
allí me hirió el amor
y el corazón me recaba"

Pero no, por mucha imaginación que le echara, por mucha metafísica que ella buscara en su relación con su esposo existía un escollo insuperable  que ella aceptaba para poder vivir relativamente bien aunque odiara a su propia cobardía.

Una vez que Luisa tomaba una relajante ducha de agua tibia notó y palpó entre sus ingles una escama de pescado, con repulsión la tiró lejos de si y recordó aquella poesía:

"Te odio...¿por qué me amas?
secreto es este el más triste
y misterioso del alma" 

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