martes, 28 de octubre de 2014

Subversión en las parejas

Hasta la revolución tardo-industrial en nuestro país (quizá a principios de la década de los 60) la mujer española tenía como único objetivo casarse para ser protegida y alimentada por su esposo en vez del agobiante pater familia.
Ya sabemos que hubo mujeres en el siglo XIX que no se dejaron avasallar ni por el padre ni por el marido. Pienso en la Pardo Bazán, una señora de rompe y rasga.
Como decíamos, a principios de los años 60 la mujer comienza a trabajar y a sentir el agradable sabor de la independencia económica hasta llegar a nuestros días donde la mujer preparada disfruta (¿padece?) de los mismos derechos que el varón. 

Hay mujeres que trabajan en altos puestos de empresas privadas o públicas que hacen sombra a los machos que se creían  superiores por el mero hecho de poseer un órgano viril.

Desde hace años se ha detectado en nuestra sociedad la compra o adquisición de maridos, compañeros sentimentales o calientacamas por parte de estas altas ejecutivas y profesionales que  desean tener un pet humano antes que un perrito o un loro amaestrado.  Curiosamente también hay mujeres con salarios bajos (menos de  dos mil euros mensuales) que también copian este sistema de compra-venta de maridos y que no dudan en mantener a un tío en casa con tal de no sentirse solas.
Preferimos observar el behavior de estas mujeres con alto poder adquisitivo que compran a un esposo o a un compañero a cambio de que les engendren hijos, los que ellas tengan en mente, les cuiden de la casa, les preparen la comida y les llevan a los roros a la guardería o al colegio. El instinto maternal/animal  también se puede satisfacer así. ¿Y el amor? Tonterías -dicen estas frías señoras propietarias de pets (animal de compañía) humanos. "Tengo a un tío que cuida de mi casa en mi ausencia, que es capaz de engendrar los hijos que yo disponga, que obedece a todo lo que le digo y que me cubre cada vez que lo deseo. Un lujo no demasiado caro pero que tengo que pagar"

No exageramos, echemos un vistazo a nuestro alrededor y veremos numerosos ejemplos, más si vivimos en la gran ciudad. Hay un cambio de rol en nuestras familias: mujeres que llevan el salario a casa y tíos que tocan las maracas, que viven a costa de sus mujeres.

Yo me pregunto ¿qué dirán estas profesionales o ejecutivas cuando en una reunión sean preguntadas a qué se dedican sus maridos? ¡Qué vergüenza o qué desvergüenza! ¿Y cuando sus hijos, cuando tengan estos 12 o 14 años de edad se pregunten qué moño hace ese señor que se acuesta con su madre y que se hace llamar papá por ellos?

Esta subversión en la relación de parejas es un síntoma más de la degeneración de nuestra sociedad capitalista. 

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