lunes, 30 de enero de 2012

Los esclavos de Sevilla

Poseo un librito con este sugerente título editado por la Diputación de Sevilla en 1980 y escrito por Alfonso Franco que explica:

"En Sevilla todavía en los siglos XV y XVI había numerosos esclavos, la mayoría de ellos negros pero también los había musulmanes, canarios, mulatos e indios de las Américas.
Sevilla junto con Lisboa fueron los más importantes mercados de esclavos de la Península Ibérica.
Los mercaderes andaluces especializados en la compra-venta de esclavos, aparte de Sevilla, se localizaban  en Sanlúcar de Barrameda, Puerto de Santa María, Cádiz y Jerez de la Frontera; también en Córdoba, Granada, Baeza, Ubeda y Málaga.
Los esclavos sevillanos no vivían mal del todo. El trato del dueño hacia el esclavo dependía del carácter y de la voluntad del amo, pero en conjunto era bueno y ciertamente comprensivo. Formaban parte de su familia como criados, compañeros y guardianes de sus hijos. Si les eran fieles y se portaban bien, podían tener la casi absoluta seguridad de que al fallecimiento del amo era liberado.
Las esclavas, sobre todos las moriscas, en la mayoría de los casos, solían ser concubinas del dueño. Los esclavos loros o mulatos eran muy numerosos en Sevilla.
Curiosamente la mayoría de los esclavos que fueron liberados (de 2.000 a 2.500) se quedaron trabajando con sus antiguos dueños como criados.
En Sevilla los mejores clientes que compraban esclavos eran los aristócratas, los canónigos y los racioneros (asalariados de una catedral).
La posesión de esclavos estaba muy bien vista en la sociedad sevillana ya que les permitía a sus propietarios mantener una apariencia social lujosa".

¿El último descendiente de un esclavo?
Entre Bajo de Guía y Bonanza había un asentamiento de chozas (chabolas hecha de fibras vegetales) donde vivían gentes misérrimas. Corría el año 1952. Un grupo de niños fuimos en bicicletas desde Sanlúcar a este lugar para ver a un negro que decían allí vivía. El chozo del negro estaba muy cerca de la playa. Yo no le hablé, estaba absorto contemplándole, pero uno de los otros niños le preguntó si él era un negro de Africa. El hombrecillo contestó que no, que era natural de Gibraleón, al otro lado del Coto, y que vivía allí desde que acabó la guerra. 
Fue el primer hombre negro que ví en mi vida; en realidad era más bien de un color moreno intenso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario