jueves, 26 de abril de 2012

Excursión en moto por las cumbres de Sierra Nevada

Todavía guardo en mi biblioteca una colección de mapas del ejército, escala 1/50.000, de los alrededores de Granada. Unos mapas que utilicé en mis correrías por bellas pistas a bordo de mi 4x4 o de mi moto enduro.


Antes de su prohibición, todos los veranos se abría la carretera asfaltada más alta de Europa que subía al Veleta (3.398 metros de altitud).
 Un poco antes de llegar a la cumbre se toma una pista de tierra que transcurre por la cuerda de los tres mil metros para salir por la Alpujarra. Esa magnífica travesía Granada-Veleta-Cauchiles y Alpujarra  la hice tres veces en coche y una vez en moto.
Desde Granada se pasa por Pino Genil, por la antigua carretera, comenzando el ascenso y pasando por el Balcón de Canales, Collado  de las Sabinas, Collado del Diablo, Albergue Universitario y subiendo incansablemente hasta notar que el motor se atraganta por falta de oxígeno.
Repito, hacer esta travesía en moto es una gozada: hay que ponerse en pie o casi sentado en el depósito para aligerar la rueda trasera. Curvas y más curvas, rampas increíbles en la zona de Piedras Resbaladizas (3.000 metros altitud), se llega al Veleta para hacer unas fotos y luego desciendo unos metros para coger el carril de tierra. Se nota que el agua del radiador de la moto barbotea y la bujía fría de platino va bien. Cerca de los Tajos de la Virgen, a 3.100 m. se pasa cerca de la laguna de Aguas Verdes y después de la laguna de Río Seco, todavía con témpanos de hielo flotando en pleno mes de agosto.
La pista es buena para una moto equipada con suspensiones Marzzoschi delantera y White Power en la trasera.


En el Mirador de Trevélez (2.800 m.) paré para echar un cigarrico. El silencio era abrumador. El pueblo parecía que estaba allí abajo al alcance de la mano. ¡Se veía tan cerca!
Arranco de nuevo y desciendo serpenteando, me cruzo con otro motorista que hacía la travesía a la inversa: desde Capileira a Granada.
 Cuando llegué a aquel pueblo serrano me comí un suculento plato alpujarreño con media botella de vino Costa. Me sentó tan bien que apenas noté el viaje de vuelta a Granada.  

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