martes, 28 de enero de 2014

Madres cazamaridos (para sus hijas)

Si hacemos un pequeña reflexión, estimulado por nuestra curiosidad, descubriremos casos, entre personas de nuestro entorno, que han forzado matrimonios de conveniencia para sus hijas.

Yo sé el de un joven que recién acabada la carrera de medicina fue trasladado a un pueblo alpujarreño a ejercer como médico rural (año 1968). Como el lugar era tan pequeño y miserable no había ni una fonda para poder alojarse hasta que la mujer del tabernero le ofreció una habitación en su domicilio con derecho a comida y lavar la ropa.  El joven doctor lo aceptó mientras que en el ayuntamiento le prometieron que iban a construirle un domicilio decente junto a la pequeña sala de consultas.
Los taberneros tenían un hijo que estudiaba en la capital y una hija de 19 años que vivía con ellos. 
La tabernera puso los ojos como plato cuando vio, a la hora de comer, que las miradas del doctor se fijaban con insistencia en los turgentes pechos de su hija que se adivinaban bajo la bata de vichí. 

"Niña - le dijo un día a Paca, su hija- nunca tendrás la oportunidad de cazar un buen partido como éste. El médico es joven, está soltero y aquí en el pueblo no puede pendonear con nadie."
La hija carecía del arte de la seducción y esperaba siempre que el médico diera el primer paso. Hasta que un día, aconsejada por la madre, y mientras echaban la siesta de aquel caluroso mes de julio, se metió la chica en la cama del doctor. Estaba completamente desnuda y el doctor nunca en su vida había catado hembra.
A los tres meses del primer encuentro, que ni que decir tiene que dichos encuentros se repitieron con frecuencia, se casaron.

Después de unos años en el pueblo el doctor, su señora y sus cuatro hijos  viven en la capital, por todo lo alto, y cuando van de visita a ver a la anciana madre y las dos mujeres están a  solas dice la madre a su hija mirando al distinguido doctor: "Paca, que buena caza hicimos".

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