miércoles, 28 de marzo de 2012

Bodas rurales ¿Un negocio para los novios?

Desde hace varias décadas las celebraciones y convites de bodas en los pueblos y quizá también en los barrios populares de algunas ciudades han degenerado de la mera celebración al más puro negocio donde se obtienen pingües beneficios económicos con el dinero que recogen los contrayentes de lo regalos quasi obligatorios que exigen a cambio del ágape.

En la zona rural donde jubilo las bodas de antaño se celebraban de una manera más auténtica que las de ahora. Los novios caminaban hacia la iglesia por mitad de la calle; a la vuelta de la ceremonia los ya recién casados abrían un cortejo seguidos por los padrinos y todos los invitados que a modo de procesión llegaban hasta el salón que era una gran habitación, propia o alquilada, donde sobre tableros soportados por caballetes y cubiertos por manteles de papel, se ofrecía vino blanco manchego de barril y cerveza  y sobre platos rodajas de chorizo, morcilla, salchichón, aceitunas y un poco de queso. Durante el "banquete" algunos invitados, los más pudientes o generosos, regalaban el consabido juego de té (que rodaba de boda en boda hasta deshacerse de él), o una horrible figura de escayola pintada o una lámpara de noche. Todos tan felices, los novios por recibir algunos regalos, los regaladores por desprenderse de esos bodrios y los invitados por el vino bebido.

Mucho antes de estrenarse en España la película de El Padrino donde los socios agradecidos de la familia Corleone hacían una larga cola para depositar sobres con dinero ya existía en estos pueblos serranos la fea costumbre de "exigir" una cantidad para sufragar el banquete, pagar el viaje de boda y ahorrar unas pesetillas. Con el tiempo, se convirtió este peaje como algo obligatorio si se quería asistir a este tipo de evento. Ahora el invitado debe calcular el coste del cubierto y multiplicarlo al menos por tres veces si se quiere quedar bien, sabiendo de antemano que asistir a un banquete nupcial por estos pueblos cuesta más que un fin de semana, para una pareja, en un hotel de cuatro estrellas a pensión completa.

A este prosaico y mercantilista modo de celebrar las bodas hay gente que se rebela y deja de asistir a ese teatro donde se lleva a cabo el dicho aquel de: "Yo te invito a una copa y tú me invitas a comer"

Nota.- No exageramos con los escrito. Es tan buen negocio estas fiestas subvencionadas por los asistentes que también se celebran bautizos y primera comuniones.

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