miércoles, 28 de marzo de 2012

Un minicuento: Afrodita encorsetada

Adela soporta sus 54 años de edad, sin saber lo que es el sabor de un hombre, como un corsé que le han obligado a llevar contra su voluntad desde que era una adolescente.
Vive sóla con su aya en un enorme caserón señorial que se cae a trozos.
Adela es la hija única y heredera de la familia de grandes terratenientes: los Cornejo. No se casó porque no encontró nunca a ningún hombre que epatara con su situación social.

Adela jamás conoció el abrazo de un hombre desnudo, ni incluso el sabor salitroso de un beso de adolescente ni menos aún el placer del más bello pecado que inventaron los dioses.
A veces se sentaba tras los visillos para ver pasar la gente y no podía evitar oir la voz de una verdulera, que tenía su puesto en la esquina y  que cantaba cuando no tenía clientes: "No quiero tus olivares ni tus almazaras. No quiero triduos ni novenas. Lo que quiero es el calor de tu pecho y el sabor de tus besos".

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